jueves, 28 de mayo de 2015

Cómo deben medir directivos, accionistas y analistas el desempeño financiero de una empresa
Management compañías
El objetivo principal de una empresa debe ser generar rentabilidad económica a su dueño, es decir, el accionista. Durante años, académicos y profesionales no se han puesto de acuerdo sobre cómo medir esta rentabilidad o desempeño financiero de las empresas.


El ROE (Return on Equity) mide mide el rendimiento teórico que genera una empresa respecto a su patrimonio neto, o sea, su equity. Es decir, teóricamente, el dinero que ponen los dueños. Pero aquí entra el factor conflictivo. Los dueños de las empresas cotizadas son los accionistas, y éstos compran las acciones no en base a su valor en libros (book value, valor de sus activos reales), sino en base a su cotización, que por lo general suele ser más alta (los activos funcionando juntos valen más que por separado. De hecho Graham recomendaba siendo prudente no comprar acciones con precio/valor en libros por encima de 1.5 (y no de 1), y eso ya era ser bastante conservador). Por tanto, la rentabilidad que genere una empresa en base a su patrimonio (ROE) no es en realidad la rentabilidad generada para el accionista, ni siquiera la teórica.

Por tanto, en el mundo académico suele decirse que en realidad los directivos de una empresa deben centrarse en maximizar el valor de la acción, que debe traducirse en el precio o cotización de ésta. La lógica es clara, el precio de las acciones representa en última instancia el valor de éstas (en un mercado perfecto). De aquí viene la famosa coletilla de “creación de valor”.

Ahora bien, hay varios problemas asociados a esto. El primero es conocer qué medidas operativas hacen y de qué forma que la cotización de una acción fluctúen en un sentido o en otro. Esta respuesta no es trivial. Si lo fuese no habría millones de analistas fundamentales profesionales trabajando a jornada completa para decidir qué empresas están tomando las decisiones adecuadas y cuáles no. Un segundo problema asociado a eta idea es que normalmente los directivos de una empresa conocen mejor su propia empresa y el sector que los inversores y gestores de fondos externos. Entonces, ¿por qué iban a dejar llevarse por las ideas de éstos segundos en lugar de gestionar la empresa en base a otros parámetros que consideren en cada momento más críticos? Un tercer problema práctico viene del hecho de que la cotización de la acción no depende sólo de cómo lo haga una empresa, sino también de la coyuntura del sector, de noticias aleatorias globales y completamente ajenas a la empresa, y sobre todo, de la psicosis de lo que Graham llamaba el señor mercado, que unos días está eufórico y otros días todo lo contrario.

Por estos motivos no tiene sentido el medir el precio de la acción como indicador del desempeño financiero de una empresa, aunque a largo plazo puede darnos una buena idea del mismo, pero nunca como único indicador. Por su parte, indicadores como el ROE no son por sí solos suficientes tampoco puesto que no reflejan la globalidad de la rentabilidad al accionista de la empresa, sino que igualmente sólo nos da una idea. Y si tenemos también en cuenta el valor en libros respecto al del precio de la acción.  Bueno, tendríamos una mejor aproximación. Sin embargo no estaríamos teniendo en cuenta la deuda de la empresa, entre otras cosas. Cuando compramos un cachito de una empresa, es decir, una acción, también compramos la deuda que viene con ella. Es decir, si A compra a B su casa por 1 euro, puede que no sea barata si viene junto con una hipoteca de un millón. Para  reflejar este hecho en bolsa cuando uno calcula el ROE, se inventó el ROCE, que tiene en cuenta la deuda financiera neta. Y para comparar dicha rentabilidad con el precio que pagamos por ella (precio de la acción), existe el valor de firma o firm value. Estos son todos ratios que deben mirarse cuando se hace un análisis de la rentabilidad de una empresa. Existen otros como el ROA, que nos mide cuánto se exprimen los limoneros (activos) de las empresas, o ratios de miden la posición competitiva, es decir, los márgenes. Todo debe analizarse y todo debería cobrar más o menos valor para los directivos en función del sector y coyuntura de la empresa en cada momento. Y por su parte, los analistas externos, ya sean profesionales o particulares que estudien empresas para invertir, deberían analizar estos ratios, pero no de manera aislada, sino de manera conjunta y viendo las tendencias de los mismos durante los últimos años y respecto a la competencia, además de entender el negocio y tratar de ver por qué la empresa podría o no seguir haciéndolo así en el futuro.
Comenta, ¡aprendemos todos!

0 comentarios:

Publicar un comentario

App. Análisis Fundamental 7bagger
×